martes, 19 de octubre de 2010

Utopías Urbanas situacionistas (…y anteriores)




Me tomé la libertad de juntar los comentarios de las lecturas, tanto sobre la deriva situacionista, como las que tratan sobre el urbanismo (de G. Debord e Ivain), en un solo comentario, ya que considero que todas están íntimamente relacionadas la una con la otra o, tal vez mejor dicho, una da paso a la otra estableciendo los principios ideológicos que la siguiente ha de seguir o desarrollar (no necesariamente es así, simplemente me parece que eso fue lo que sucedió, tanto cronológicamente como teóricamente).

Estas nuevas teorías sobre la estética urbana se desprenden de la visita o excursión que los dadaístas realizan a Saint-Julien-le-Pauvre, Paris, el 14 de abril de 1921. Esta experiencia, en la que se propone ir a un lugar “banal” de la ciudad en donde se pudieran llevar a cabo algunas actividades colectivas de diversas índoles, despertará el interés de los surrealistas, y posteriormente de los letristas y situacionistas, por explorar este tipo de “recorridos” o “deambulaciones” y el potencial expresivo, estético, político y/o crítico que estas podrían tener.

Estos grupos (dadaístas, surrealistas, letristas y situacionistas) coincidían en la necesidad de rebelarse contra las imposiciones hechas por la institución artística, como el exagerado formalismo, o el elitismo del arte, además de que compartían un sentimiento de desprecio por el consumismo capitalista, que obligaba a que la gente de la ciudad a ocupar todo su tiempo en la productividad, haciendo que la vida urbana tendiera a un pragmatismo extremo que minaba las capacidades sociales de las personas. Esta ciudad, para los vanguardistas, se volvió una ciudad gris y aburrida, que no permitía ocupar el tiempo de ocio constructivamente, en la cual la única preocupación era el confort y las comodidades burguesas.

A raíz de esta “crisis del urbanismo”, Gilles Ivain hace su Formulario para un nuevo urbanismo en donde plantea una nueva ciudad en la cual lo lúdico, lo experimental, lo flexible, lo cambiante, sustituirán a lo aburrido, lo practico, lo cómodo, para así generar una ciudad con barrios temáticos, que sean representativos de cada sentimiento o estado de conciencia en los cuales “el cambio de paisaje entre una hora y la siguiente será responsable de la desorientación completa”.

En este formulario G. Ivain propone por primera vez el concepto de “deriva”, que posteriormente será ampliamente desarrollado por G. Debord (y los situacionistas) en la Teoría de la deriva y demás obras. En este texto además de hacer una crítica al método empleado por los surrealistas en sus “deambulaciones”, por no llevar hasta sus ultimas consecuencias esta actividad, Debord propone una serie de parámetros dentro de los cuales deberán llevarse a cabo la posteriores “derivas”, dejando atrás el (exageradamente importante) papel que tuvo el azar para los surrealistas. También propondrá la psicogeografia como medio para profundizar en el análisis de sus prácticas estéticas, así como para “cartografiar” (y registrar, aunque no de forma muy rigurosa) dichas experiencias.




A partir de estas vanguardias surge lo que es llamado el “ready-made urbano”, que constituye “la primera operación simbólica que atribuye valor estético a un espacio en vez de a un objeto”, estableciendo un precedente para todo el arte urbano, de paisaje, de “sitio especifico” que vendrá posteriormente. Además enfrenta al arte y a lo estético con la vida real, con lo cotidiano, “desacralizando” el objeto artístico e introduciendo la “intervención urbana” como manifestación artística, ya no solo ligada (o subordinada) a la arquitectura o la escultura. Como dice F. Careri en Walkscapes (pg. 83), “el espacio aparece (…) como un productor autónomo de afectos y de relaciones. Es un organismo vivo con carácter propio, un interlocutor que sufre cambios de humor (…) y que puede (…) establecer un intercambio reciproco”. Esto último implica una transformación en la forma en que el espectador vive y entiende la experiencia de la “deriva”, lo que dará pie al desarrollo de las variadas manifestaciones artísticas que surgirán a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Sin embargo, a pesar de la importancia que me parece que tienen estos trabajos en el posterior desarrollo del arte urbano, me parece que algunas veces abusan de su carácter lúdico y fantasean demasiado, llegando a un punto en el cual sus obras o la documentación que pueden hacer de las mismas, caen en cierta ambigüedad evitando que logren explorar a cabalidad la posibilidades expresivas y estéticas de la “deriva”.


Fuentes:



Formulario para un nuevo urbanismo. Gilles Ivain.

Teoría de la deriva. Guy Debord

Introducción a una crítica de la geografía urbana. Guy Debord

Walkscapes. El andar como práctica estética. Francesco Careri

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